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miércoles, 25 de junio de 2014

COLUMNA: La opinión de los exhibidores


Hasta el día de hoy no había utilizado este espacio para hablar sobre mí. Sería el colmo del egocentrismo, ¿no? Y además, ¡qué aburrido!

Pero no se preocupen, estimados lectores, no pienso hacerlo nunca… Bueno, sólo un poquito esta vez, pero es nada más para entrar en contexto. ¡Se los prometo!

Resulta que actualmente estudio guion en el Centro de Capacitación Cinematográfica (México, D.F.) y este lunes nos cancelaron la primera clase por un “contratiempo”, el cual todos supimos que tenía el nombre de “México vs. Croacia”, y pues luego del emocionante partido en el que nuestra selección ganó 3 a 1 y pasó a octavos de final, fuimos muy pocos los que nos resistimos a la tentación de correr al ángel a celebrar y nos quedamos para la segunda clase del día.

Qué malo soy, ya sé, aquí quemando a mis compañeros. Pero bueno, yo tengo la idea de que en fechas mundialistas las faltas a la escuela o al trabajo están en general “bien vistas” por la sociedad… ¡Vamos, nomás es cada cuatro años!

En fin, que por falta de quórum en esa clase, nuestro profesor (Patricio Saiz) optó por resolver dudas particulares y luego compartirnos una información que encontré por demás valiosa. Nos dijo que se había reunido hace poco con gente “acá importante” de Cinépolis para conocer su opinión respecto a los guiones del cine mexicano.

Me pareció un acierto el que haya buscado el punto de vista de los exhibidores, pues en el “mundo del cine” en México nomás se les tacha de los malos y ya, se les hace el feo… Y bueno, no son PARA NADA unas peritas en dulce, pero igual siempre me ha parecido muy chafa ver a cineastas peleando porque sus películas estén mucho tiempo en las salas comerciales, con los mejores horarios y en suficientes salas, cuando ellos mismos saben que hicieron su película para los festivales y para la cineteca. Es más, la hicieron para convencer a tal crítico, o para llamarse a sí mismos “cineastas” con sus amigos de la Condesa, o para “sanar” su última ruptura amorosa, qué se yo.

Con lo cara que sale la visita a uno de estos cines hoy en día, para que además tengamos que aventarnos una película de hueva que se ganó un premio en el Festival de Doofania al mayor logro en la experimentación con el lenguaje.

Pues lo que “los de los cines” recomiendan a cualquier guionista (y/o director) mexicano es, antes que nada, saber a qué PÚBLICO le están hablando.

Resulta que hay cinco tipos de públicos que van al cine en México: el “mainstream” (toda la familia), el “teen” (adolescentes, que representan el mayor ingreso en taquilla), el de “parejas” (no sé nada de este, yo-en-forever-alone), el de la “tercera edad” y el “cinéfilo” (que sí te ve Lars von Trier y esas cosas). Si tu película desde el principio no está buscando la atención de alguno de ellos, ¡pues ni cómo!

Sugieren también a los guionistas que estudien bien los GÉNEROS. Que no hay nada peor que un drama que hace reír y una comedia que no es graciosa.

Como dato, los géneros más consumidos en México son terror/horror y comedia. Lo más divertido fue la mención del género preferido por la mayoría de los cineastas mexicanos: la “biopic (o autobipic) disfrazada”, es decir, esa historia que le ocurrió al director o al guionista y cree que es tan buena que al público le interesará verla… ¡Claro que no!

Siguiente recomendación: películas cortas, de 90 minutos, más o menos. ¿De dos horas o más? Sólo que de verdad sea MUY buena. Y por último: “blindar los guiones”, revisarlos y hacer todas las versiones necesarias hasta que quede lo mejor posible. “El problema es que aquí en México se filman primeros tratamientos de guion, ¿verdad?”, le pregunté a Patricio… “¡Filman hasta escaletas!”, me respondió.

Yo pienso que cualquier interesado en hacer películas en nuestro país debería prestar un poco de atención a las opiniones que vengan de cada uno de los “engranes” de esta “industria”: productores, distribuidores, exhibidores, etc.

Sólo teniendo una perspectiva así de completa podremos hacerlo bien. Creo.

Columna para: Guanajuato Informa

miércoles, 11 de junio de 2014

COLUMNA: Hacer cine es fácil


Pese a que por un buen tiempo la industria cinematográfica se mostró escéptica con respecto a la llegada de la tecnología digital y apostó en su momento por la permanencia de los sistemas tradicionales de producción y distribución, las cosas hoy han cambiado para siempre. Y estos cambios se dieron de forma tan rápida que sigue siendo difícil de dimensionar la situación actual pero fácil echar un vistazo hacia el futuro.

El cine antes (no hace mucho, en realidad) era inaccesible para la gran mayoría. Levantar una película, por lo menos en México, requería del apoyo indispensable de recursos estatales (limitados), de sindicatos, de instituciones y demás fondos que ayudaran a absorber los altos costos que implica la renta de toneladas de equipo, foros, cámaras de cine, los procesos de revelado, edición, corrección de color, diseño sonoro, copias de exhibición en cine (35 mm), etc.

La historia del cine está marcada por varios momentos en que los avances tecnológicos le brindaron a realizadores nóveles la posibilidad de hacer cine, dando como resultado propuestas realmente interesantes que imprimieron una frescura necesaria a la forma en la que se venía haciendo las películas y lo que ellas retrataban.

Hoy, prácticamente cualquier persona con acceso a una pequeña cámara DSLR, una computadora e internet puede “hacer cine”. Ni siquiera tiene que padecer los complicados sistemas de distribución y exhibición, basta con trepar su película a plataformas como Vimeo o YouTube para que la vean cientos, miles o hasta millones de personas.

El problema es que, ante esta democratización de medios y entre todo el material audiovisual que hoy gestionan realizadores en todas partes del mundo, las propuestas verdaderamente valiosas terminan siendo muy pocas.

Y es que hay por lo menos un par de “problemas” a los que el creativo del cine deberá enfrentarse por siempre, aunque la tecnología se vuelva cada día más amable y accesible: contenido y público… ¿Qué quiero que cuente mi película? y ¿A quién se lo va a contar?

Hace un par de semanas, dos buenos amigos (director y productor) presentaron su película “Peyote” en la inauguración del Festival MIX, ante una sala llena en la cineteca nacional (México, D.F.). La semana pasada tuvo su segunda función ahí con resultados igual de positivos, y le quedan tres funciones más en la ciudad como parte de dicho festival (en Cinépolis Diana y Cinematógrafo del Chopo). Esta película (que además fue comprada en el mercado de Cannes el año pasado para su distribución en Alemania, Canadá y USA) es un ejemplo de verdadero cine independiente, filmado en varios fines de semana en San Luis Potosí, con una cámara de fotos, sólo dos actores y un crew que no llegaba a los 10 integrantes; pero que nunca carecieron de los elementos más importantes: una historia honesta y redonda, personajes carismáticos y talento tanto delante como detrás de la cámara.

El asunto de los contenidos es fundamental. Si como realizador tienes en las manos las herramientas necesarias para hacer cine, digamos que tienes ya un poder. Poder que puedes usar para bien o para mal. Pero recuerda esa legendaria frase del tío Ben: “Un gran poder conlleva una gran responsabilidad”. Bríndale al mundo una mirada única y fresca, una historia poderosa y singular… Haz que valga la pena, que tu película se sienta necesaria.

Si pusiste todo el cuidado debido en la parte del contenido, el asunto del público podría preocuparte menos, pues habrá automáticamente alguien por ahí que se sienta atraído por tu trabajo. Pero al realizador de hoy le toca también la tarea de acercar una audiencia a su película, y es que si nadie la ve, simplemente no existe. Las redes sociales pueden ser muy importantes para esto: un blog o un video blog donde se relate la forma en que se realizó la película y las ideas que explora, una página en Facebook donde se presenten datos de los personajes, fotografías de making of, stills, avances y clips de la película, etc. Que haya un público esperando la película antes de su lanzamiento.

Hacer cine hoy es fácil… Hacer buenas películas, nunca lo será.

Columna para: Guanajuato Informa

miércoles, 4 de junio de 2014

COLUMNA: El Ariel y el cine mexicano


El cine nacional se enfrenta diariamente a un montón de enemigos: la inequitativa distribución de apoyos para su producción, la dificultad de su distribución, la necesidad de espacios para su (casi siempre injusta) exhibición y la falta de público. Todos estos males (de entre muchos otros más) son consecuencia uno del otro. Así, como una cadenita, en efecto dominó. Pero de estos, el más preocupante a mi parecer, es el último.

Pa’ pronto: ¡a los mexicanos no les gusta ver cine mexicano! No conectan con él, no les interesa, no los emociona. El argumento más repetido es que “están hartos de lo mismo: delincuencia, narcotráfico, pobreza, ‘groserías’, sexo…”

Y la verdad es que tienen bastante razón. El cine nacional se empeñó por mucho tiempo en alejar a su propio público, y todo empezó desde el momento en que una buena parte de sus realizadores decidieron simplemente ignorarlo.

Cuando un cine mexicano “de corte autoral”, que además de todo resultaba muy barato, comenzó a premiarse en algunos festivales internacionales, el público se quedó lejos. ¡Muy lejos!

Las propuestas cinematográficas de México tienden a situarse en polos opuestos, dejando entre ellos un espacio abismal. Por un lado el “cine artístico”, casi siempre aburrido, pretencioso, frío, destinado a circuitos culturales, festivales, muestras y cineclubes; y por otro, el “cine producto”, películas bobas, sin propuesta alguna, que imitan subgéneros y argumentos principalmente gringos, y que al final quedan “muy chafas” (comedias románticas, en su mayoría). Nuestro público no quieren ver por media hora a un hombre perdido en el desierto de Sonora, encontrándose a sí mismo, pero tampoco está interesado en ver “Hollywood región 4”. ¿Entonces?

De vez en cuando vienen unas temporaditas en las que al cine de nuestro país le va un poco mejor. Tengo la teoría de que esto sucede cuando los reflectores internacionales apuntan a los famosos “tres amigos”: Cuarón, Del Toro e Iñárritu. Cuando alguno de estos tres (o mucho mejor, cuando los tres) presentan nuevas películas, como que el cine en México se revitaliza.

El año pasado fue histórico. El título que desde 2002 pertenecía a “El crimen del padre Amaro” como la película mexicana más taquillera de la historia, fue superado por mucho con las recaudaciones de “Nosotros los Nobles” y “La-de-Derbez”. ¿Qué pasó? ¡No sé! Ninguna de las dos presenta historias novedosas, ni actuaciones memorables, ni propuestas muy originales, o una factura destacable (la segunda película es muy mala, de hecho).

OK, la verdad sí sabemos qué pasó: ¡ambas tenían la vista puesta en el GRAN público! Se preocuparon por llegar a ellos desde el principio. Por ciertas razones, el caso de los Nobles resulta mucho más valioso, pues salieron con poco más de 300 copias inicialmente y el director era desconocido, al igual que su reparto joven.

Además de los éxitos taquilleros, nos llovieron los premios en festivales: “Heli”, “La jaula de oro”, “Club sándwich”, “Los insólitos peces gato”, “No quiero dormir sola”. Todas ellas, ¿qué creen? ¡MUY BUENAS películas!… ¿Más de lo mismo? ¡Para nada!

Justo estas cinco cintas fueron las nominadas a Mejor Película en la 56 entrega del Ariel, premio otorgado por la Academia Mexicana de Artes y Ciencias Cinematográficas a lo mejor de nuestro cine desde 1947. La ceremonia se realizó el pasado 27 de mayo en el Palacio de Bellas Artes y desde entonces ha dado mucho de qué hablar, algo que hacía mucho no pasaba.

Pero como los mexicanos solemos ser bien negativos (bien “Contreras”, como diría mi papá), una vez más resaltan los puntos negativos: que si la ceremonia estuvo aburridísima, que si los conductores nomás no tenían gracia, que si no-se-quién se vistió horrible, que si el audio y la dirección de cámaras pésimo.

¿Y saben qué? Qué gusto ver que todas estas quejas son por verdaderas tonterías. Señores, ¡no son los Oscar! Nada que ver, no pueden siquiera pretender serlo, sería ridículo. Lo importante aquí es nuestro cine. Esta edición del Ariel recuperó la atención de público, prensa e industria por la razón más valiosa y de la que esta vez no pudimos quejarnos: las películas nominadas.

Todavía el año pasado el Ariel era como un gran “chiste local”. Una ceremonia simplísima, realizada para los miembros de la industria, aburrida y seria. Nadie sabía nada de las películas, muy pocos las habían visto y las nominaciones estaban formadas en ternas. Esta vez fueron quintetas y las cintas eran un poco más conocidas por el público. Lamentablemente, sigue siendo difícil acceder a muchas de ellas. En 2013, las dos grandes joyas del Ariel, “El premio” (de Paula Markovitch) y “La demora” (de Rodrigo Plá), creo que fueron vistas por casi-nadie. Y es una verdadera lástima, ambas son estupendas películas (aunque quizás no tan “cercanas” porque una fue filmada en Argentina y la otra en Uruguay).

En verdad espero que pronto podamos tener acceso a nuestro cine más fácilmente. Muchas películas merecen ser vistas. Y nosotros, como público mexicano, no desconfiemo
s más del cine hecho en nuestro país. Arriésguense y descubran que las propuestas, finalmente, se están diversificando. Si aún crees que el cine mexicano es muy malo, te sugiero que en cuanto puedas veas “La jaula de oro”, o “Los insólitos peces gato”, o “Club sándwich”, o es más, “Tercera llamada”. En serio, velas todas ellas, y después hablamos.

DATO: Un día como hoy, hace 10 años, la película más mexicana de la saga Harry Potter (“El prisionero de Azkaban”) se estrenó en nuestro país.

Columna para Guanajuato Informa.