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viernes, 16 de mayo de 2014

¿De qué va la peli, si el cine son historias?


Durante un tiempo, el año pasado, tuve la oportunidad de impartir clases de cine en una escuela particular, en las secciones de secundaria, preparatoria y universidad. Cada vez que iniciaba clases con un nuevo grupo, luego de presentarme rápidamente, comenzaba con la pregunta: “¿Qué es para ustedes el cine?”

Siempre venía un silencio prolongado luego de lanzar la interrogante, y yo lo entendía, es difícil ser el primero en hablar en una clase nueva con un profesor nuevo. Cuando al fin algún valiente pronunciaba la primera (y titubeante) respuesta, poco a poco los demás iban dando también sus opiniones. Esas primeras respuestas, en todos mis grupos (unos ocho entre todas las secciones), partían de lo mismo: “Es una historia que…”

Siendo sincero, mi plan era obtener de ellos la idea más básica al principio: “el cine son imágenes en movimiento”, para de ahí arrancarme con todos los precursores, desde la pintura con vocación cinemática, hasta llegar Edison y los Lumière. Pero hay que ser realistas, el cine para la gran mayoría de las personas, son HISTORIAS.

Desde que estaba en la secundaria me sentí atraído por el cine, pero no fue sino hasta mucho después que comprendí que mi verdadera “pasión” son las historias. Y las historias contadas a través de una película son mis favoritas. Digamos pues que mi amor ha estado siempre en el cine, pero cuando te das cuenta de que el cine son muchas cosas, aprendes a casarte con uno de sus apellidos, en este caso, con el llamado “cine narrativo”.

A los 17 tuve mi primer acercamiento real con el “séptimo arte” al tomar mi primer curso de guion: “De la idea a la historia cinematográfica”, y luego su continuación: “De la historia cinematográfica al guion”, ambos impartidos por el CCC en el Centro de las Artes de Guanajuato. Comencé a entender el cine a partir del guión y, luego de vivirlo desde muchas de sus otras facetas, ahí decidí quedarme. Creo que por esta razón, desde muy joven, aprendí a vivir en paz dentro de ese limbo en el que habita el guionista. Ese territorio ambiguo entre el universo del escritor y el del cineasta.

Anoche, por ejemplo, la señora que vende quesadillas por mi casa me preguntó: “¿Y usted qué estudia, joven?”. “Cine”, le respondí, y hasta sonrió. “¡Órale! ¿O sea que va a ser un director?”. Supe entonces que la posibilidad de recibir una quesadilla (sin queso, como es costumbre en el DF) gratis, desaparecería por completo al responder: “No, señora. Guionista. Me gusta escribir películas”. La mujer emitió un débil: “Ah” y continuó haciendo tortillas.

Yo ya estoy acostumbrado a este tipo reacciones. Ojalá sólo vinieran de señoras que venden comida, pero prácticamente cualquiera que se entera de pronto que te dedicas al cine, se te acerca con cierto entusiasmo y cuando le cuentas que no eres director, se decepciona. “¿Pero sí vas a dirigir luego, no?”

Beatriz Novaro, una de mis maestras en aquéllos primeros cursos de guión que tomé, dice en el prólogo de su libro Re-escribir el guión cinematográfico: “El mejor guion es el que no se nota, el que entra como un guante, el que es invisible en la pantalla”. ¿Será entonces que, el guionista al igual que su guion, está destinado a desaparecer? ¡Pues eso parece!

En un mundo donde el cine es mayormente narrativo, y donde el público lo identifica como una fuente transmisora de historias, ¿por qué al guionista se le suele rechazar como autor? Un conocido director (y también guionista) me dijo un día: “El guion no es una obra terminada, es sólo transitoria. Y tampoco puede ser literatura porque es una escritura pedestre”. Cuando le conté esto a una amiga y gran guionista, le pareció horrible: “Hasta la palabra suena feo, ¡como a pedo!”. Reí mucho.

Tengo conflictos con el director que sólo piensa en lo que tiene que decir y no en lo que tiene que contar (ni el público al que se lo quiere contar). Que hacen cine sólo por autosatisfacción. O peor, que hacen cine para “demostrar” sus cualidades tras la cámara, películas absolutamente frías, desalmadas, pretenciosas. Directores que fabrican bellísimos autos, pero sin motor (algo así dijo una vez Stephen King).

La metáfora de Paula Markovitch me gusta mucho, donde la película es un viaje, el guion (bueno, el “texto para cine”) el barco y el director el capitán. Lo que dice es que aquí, no importa cuántas órdenes del capitán, si el barco está averiado, naufraga.

A veces creo que los directores se han inventado un montón de cosas en la práctica para “justificarse” como autores de la película. Que si la cámara la pongo aquí en vez de acá (cinco centímetros a la derecha), para reforzar la intención de… Que si un pequeño rayito de luz le da en el ojo izquierdo para remarcar que el personaje... Que si este lente en vez de este, para dar una sensación de… Que si en blanco y negro, o a color, o usar sólo dos colores, o tres... Que si contra-pico un poquito la toma o mejor pongo la cámara al ras de suelo y acentuar el… ¡Ojo! Todo esto es valiosísimo en el cine y absolutamente necesario, pensar en cada detalle que retrate la cámara y en cómo lo retratará. Pero todos estos ejemplos, TODOS, vienen en respuesta a esa pregunta que repetidamente se hacen los realizadores: ¿De qué va la peli? Es decir, que la forma se subordina a la narración, que primero está el guión. Primero la historia y lo demás en función de ésta. Entonces, el guionista… ¡Ah no, él sólo nos entregó una guía!

Es un tema complejo, pero antes de finalizar, recordar que aquí estoy hablando específicamente de ese “cine narrativo” por el que siento afinidad. Porque si se despierta esa legendaria discusión, y luego me empiezan a decir que no sé qué cineasta no usa guiones (y por eso el guionista puede ser autor), es cierto, pero porque la intención de dicho cineasta nunca fue usar las herramientas del cine para contar una historia. Ahí las condiciones son otras. (Y, de cualquier forma, siempre hay un guion).

Y mejor pararla aquí antes de que empiece a hablar contra los que defienden una “naturalidad” en el cine y por eso usan a no-actores y no les dan el guión a leer para obtener “sinceridad” en su trabajo. Ahí sí, rápido: el cine es ARTIFICIO, siempre. Punto.

Amigos guionistas, sé que se puede vivir en paz en este limbo, ¿pero por cuánto tiempo?


Artículo ganador del 1er. Concurso de Periodismo Guionístico en guionnews.com

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