Páginas

martes, 26 de mayo de 2015

Los 10 mandamientos del guionista


No, no son los de McKee. Yo sé que son los más famosos, quizás solo un poquito menos que los que diosito talló en unas piedrotas en aquélla última película de Ridley Scott (un diosito niño y muy berrinchudo), pero estos 10 mandamientos son míos. Entiendo muy bien que al hacerlos prácticamente me estoy comparando con McKee, o hasta con diosito mismo, pero bueno, uno tiene que echarle ganas.

Lo cierto es que estas no son más que 10 recomendaciones que yo le haría a cualquier guionista que ande por ahí, y a las que yo mismo debería hacer caso de vez en cuando. Estos “mandamientos” tienen más que ver con el oficio del guionista que con su trabajo en el desarrollo del guión. Aquí los tienen, pues, explicaditos y todo:

1. Terminarás tu guión
Si ya estás aquí y decidiste emprender la aventura de escribir una película, ¡acábala! No hay de otra.

2. Te asumirás como cineasta, no como escritor
Escribir un guión es hacer una película, que nadie se atreva a decir lo contrario. El cine es cine desde el papel, ahí están ya los personajes, las situaciones y la historia, pero también están los planos, el ritmo y el montaje. El guionista es un cineasta.

3. Conocerás tus herramientas
No me refiero a las herramientas físicas como tu computadora, tu software de escritura, o tu máquina de escribir (si eres jipster o viejito), sino a las herramientas narrativas. Y no narrativas así, a secas, sino las propias de la narrativa cinematográfica, como la elipsis, el flashback, el flash forward, la voz en off, el montaje, etc. TODAS ellas son válidas, siempre y cuando estén bien utilizadas.

4. Usarás el formato, pero con rebeldía
Empecemos por aceptar que tú no eres Bergman. Así que, si no acabas de ganar un Oscar o algún premio muy choncho en Cannes, ni tampoco eres hijo(a) o amante de algún millonario que pagará por tus películas y comprará todos tus guiones aunque estén escritos como diosito te dio a entender, el correcto uso del formato es tu mejor carta de presentación. ¿A qué me refiero con que lo uses con rebeldía? Pues a que no te limites demasiado. Tu escritura no tiene que ser tan telegrafiada y tus oraciones tan cortas y simples como dicen. Dale tu toque, haz que la lectura sea agradable y no parezca solo una serie de instrucciones (luego dicen que los guionistas escriben feo, pero porque así nos hacen escribir).

5. Estructurarás
Pienso, al igual que muchos, que el guión es estructura. Hay por ahí quienes se quejan y hasta se burlan de los plot points, de los incidentes incitadores, del clímax, de los tres actos, de los cinco actos, de los 15 tiempos, y en general de los manuales que proponen alguna estructura para que tu película funcione. Yo, a diferencia de ellos, no creo que estas estructuras sean una camisa de fuerza que limite tu creatividad, sino que más bien son una red de seguridad que ayuda a explotar toda esa creatividad, sin que termine desbordándose. Usa la que te convenga más. Modifícala, quita algunas partes, agrega otras, propón una nueva, pero SIEMPRE estructura tu historia cinematográfica.

6. Investigarás
La experiencia vital es siempre importante. Escribir de lo que sé es lo más honesto y auténtico, algo que nunca debe perderse, pero aún así, escribir cine te invita siempre a explorar nuevos territorios, quizás no solo nuevos para ti, sino también para tu público. Así que investiga, todo lo que debas y todo lo que puedas, para que el universo que construyas pueda vivir sin la ayuda de algún aparato de respiración artificial.

7. No buscarás estilo
Cada uno de nosotros tiene una forma única de ver las cosas, una “visión del mundo” propia que se refleja directamente en lo que hacemos, en lo que pensamos, en lo que opinamos y en lo que escribimos. Cada visión se ha construido con nuestras experiencias, nuestro contexto, nuestros viajes, nuestras charlas, nuestra formación, nuestras lecturas y muchas cosas más, por lo que se vuelve irrepetible e inimitable. Cuando escribes tu guión, ahí estás tú, sin más. Eso es estilo, no hay necesidad de buscarlo.

8. Pedirás otras opiniones
Le darás a leer tu guión a algún amigo guionista, o a algún amigo dentista, o a algún amigo taxista. A quien sea, a quien le tengas confianza y de quien quieras (y necesites) su retroalimentación. Hay muchas cosas que tú no puedes ver en tu propia película y que para los demás resalta con fluorescente. Tienes que reconocerlas tú también. Si puedes, entra en algún taller y trabaja ahí tu película durante un tiempo, nutriéndote de los comentarios de tus compañeros. Es de lo más saludable.

9. Leerás otros guiones
Está muy bien que leas muchas novelas, cuentos, ensayos y obras de teatro, y que además veas un montón de películas, pero que no se te ocurra escribir guiones sin aparte de todo eso LEER OTROS GUIONES. Solo con esta práctica podrás entender cómo solucionar muchas cosas y cómo poner correctamente a las palabras en función de las imágenes.

10. No entregarás el primer tratamiento
Esta no es más que mi variación de la última de McKee (no me quería ver tan pirata): "Reescribirás". Creo que está muy claro, ¿no? Ningún primer tratamiento debe considerarse como un guión terminado, ¡nunca! Es una valiosa victoria, sin duda, pero aún nos falta mucho camino.


Columna para Plot Point.

martes, 19 de mayo de 2015

Los guiones nominados al Ariel


La relación del cine mexicano con el premio Ariel es muy curiosa, está basada en el más puro y vibrante amor-odio. En nuestros días es común percibir de parte de ese grupo de artistas, realizadores y productores de cine al que se le suele llamar “la industria” (o entre ellos suelen llamarse así) cierto desdén por la estatuilla y por la Academia Mexicana de Artes y Ciencias Cinematográficas (AMACC), institución que la otorga a lo mejor del cine nacional desde 1947. Al parecer hay una regla no escrita que dicta que lo cool es que no te importe mucho este premio. Pero que no se deje engañar nadie, por favor, pues estando un poquito más cerca de esta “industria” pronto te das cuenta de que los cineastas mexicanos sí quieren un Ariel. Los que ya lo ganaron, lo presumen, y los que no son nominados, hacen berrinche.

Quizás sea un poco injusto limitar esta conducta únicamente hacia el premio Ariel, pues en realidad podemos ver que se replica para prácticamente todos los premios que se otorgan en prácticamente cualquier ámbito. Aún así es cierto que hay una apatía muy particular por el Ariel y por la AMACC, no solo de buena parte de la comunidad cinematográfica, sino de los propios miembros de la Academia, lo cual se demuestra con la ausencia de inscripción de algunas películas y la baja participación de los académicos en los procesos de selección de nominados y ganadores.

Esta apatía parece venir en respuesta a varias circunstancias. La primera de ellas, que la Academia no parece encontrar nunca el rumbo correcto, pues su dinámica puede cambiar mucho de un presidente a otro y dependiendo, sobre todo, del presupuesto con el que cuente en cada ocasión. Presupuestos siempre muy por debajo de lo que requeriría una Academia de este tipo, lo cual ha limitado sus actividades prácticamente a la entrega anual del Ariel (algo de lo más criticado).

La segunda, es que gran problema del Ariel sigue siendo su poco reconocimiento entre el público. La AMACC ha sido señalada muchas veces por su desdén hacia las películas nacionales que llegan a hacer ruido en la taquilla, mismas que no encuentran lugar (casi nunca) entre sus nominadas. Los que hacen este señalamiento argumentan que esa es la razón por la que el gran público no reconoce al Ariel como el mayor premio del cine mexicano. Es una idea ridícula, pues gran parte de estás películas no tiene ni por asomo la calidad necesaria para ser reconocidas por la Academia, lo único que podrían aportarle es celebridades a la alfombra roja de la ceremonia y un poco más de prensa. Hay quienes, aunado a esto, critican justamente el poco glamour de la gala de entrega y lo aburrida que ésta resulta. Otro argumento válido, pero poco relevante. El que el público hoy no conozca al Ariel (una película certificada por una nominación o ganadora de la estatuilla no le concede mucho mientras se oferta en la cartelera) es consecuencia de muchos otros males de los que está plagado nuestro cine y que se arrastran uno tras otros en un letal efecto dominó. Y me refiero, claro, a males como la falta de interés en el público por parte de la mayoría de los realizadores cinematográficos, la injusta distribución y exhibición del cine mexicano en nuestras salas y un prejuicio general por las películas hechas en México.

Y por último hay que señalar la actual existencia de muchos otros premios para el cine mexicano como, por ejemplo, la Diosa de Plata otorgada por el grupo de Periodistas Cinematográficos de México (PECIME), el premio de la Cámara Nacional de la Industria Cinematográfica y del Videograma (CANACINE) o el recién creado Premio Iberoamericano de Cine Fénix. Además, claro, de los premios para el cine nacional que otorgan los festivales de cine como el de Morelia, Guanajuato, Guadalajara (Premio Mezcal), Los Cabos, y un largo etcétera.

A pesar de todo esto, algo podemos concluir sin temor alguno a la equivocación: el premio Ariel es el más importante y de mayor prestigio del cine mexicano.

El Ariel ha contado desde su primera edición con una categoría dedicada a reconocer a los mejores guiones. El primer guión (adaptado) en ganar el Ariel fue La barraca, escrito por Libertad Blasco Ibáñez, quien compartió la nominación con Carlos Velo, Emilio Fernández y Mauricio Magdaleno por el guión de Entre hermanos.

A partir de su segunda entrega, el Ariel tiene ya dos categorías para reconocer a los guionistas: Mejor Guión Adaptado y Mejor Argumento Original. Aquí los ganadores fueron José Revueltas por La otra (adaptado) y Alejandro Galindo por Campeón sin corona (original).

A lo largo de su historia, desde 1947 hasta la fecha (aunque fueron suspendidos entre 1958 a 1972) y con un total de 56 entregas realizadas, han sido reconocidos con el Ariel guiones tan importantes como Río escondido(de Emilio Fernández y Mauricio Magdaleno), Una familia de tantas (de Alejandro Galindo), Los olvidados (de Luis Buñuel y Luis Alcoriza), El castillo de la pureza (de Arturo Ripstein y José Emilio Pacheco), Mecánica nacional(de Luis Alcoriza), Presagio (de Luis Alcoriza y Gabriel García Márquez), Misterio (de Vicente Leñero), Lola (de María Novaro y Beatriz Novaro), Rojo amanecer (de Guadalupe Ortega y Xavier Robles), Como agua para chocolate (de Laura Esquivel), Sólo con tu pareja (de Alfonso Cuarón y Carlos Cuarón), Cronos (de Guillermo del Toro), El callejón de los milagros (de Vicente Leñero), Cilantro y perejil (de Carolina Rivera y Cecilia Pérez Grovas), La ley de Herodes (de Fernando León, Jaime Sampietro, Luis Estrada y Vicente Leñero), Crónica de un desayuno(de Sergio Schmucler), Cuento de hadas para dormir cocodrilos (de Ignacio Ortiz), El crimen del padre Amaro (de Vicente Leñero), Temporada de patos (de Fernando Eimbcke), El violín (de Francisco Vargas Quevedo), Luz silenciosa (de Carlos Reygadas), Arráncame la vida (de Ángeles Mastretta y Roberto Sneider), Cinco días sin Nora(de Mariana Chenillo), La demora (de Laura Santullo) y El premio (de Paula Markovitch).

Este 2015, la entrega número 57 Ariel se realizará el 27 de mayo en el Palacio de Bellas Artes y entre los guiones originales nominados se encuentran:

Carmín tropical, de Rigoberto Perezcano, que cuenta el regreso de Mabel a su pueblo de origen para hallar al asesino de su amiga Daniela. Esta película ganó el premio al mejor largometraje mexicano en el pasado Festival Internacional de Cine de Morelia.

González, de Fernando del Razo Christian Díaz, estrenada este año en el circuito comercial, cuenta la historia de un hombre desesperado por salir a flote y liquidar sus deudas, que encontrará en la religión el posible camino para salir de sus problemas.

Güeros, de Alonso Ruizpalacios y Gibrán Portela (este último, ganador del Ariel el año pasado junto con Lucía Carreras y Diego Quemada-Diez por La jaula de oro). La gran favorita para muchos, es la película mexicana que más premios nacionales e internacionales recolectó el año pasado, entre ellos el de Mejor Ópera prima en Berlín. Narra el encuentro entre Sombra y su hermano menor, Tomás, quien lo visita en la ciudad de México tras ser enviado allá por su madre, quien ya no lo soporta. En el marco de una huelga en la UNAM, los hermanos emprenden un viaje para encontrar a un legendario músico que escuchaban cuando eran niños.

Guten tag, Ramón, de Jorge Ramírez-Suárez, una película que sorprendió por la excelente aceptación que tuvo entre el público durante su recorrido en las salas comerciales el año pasado. Nos muestra la historia de Ramón, un joven de una ranchería del norte del país, que se niega a ser delincuente y decide buscar a la tía de un amigo en Alemania, quien le dará trabajo.

Y finalmente, La dictadura perfecta, de Luis Estrada y Jaime Sampietro, otra de las películas que robó la atención de la audiencia durante su estreno en cines (la mexicana más taquillera del 2014) y recientemente en la plataforma digital Netflix. En la película, tras un error público cometido por el presidente de la república, una televisora intenta desviar la atención revelando un video que involucra crímenes del gobernador Carmelo Vargas, quien poco después hace un contrato con dicha televisora para cambiar su imagen y convertirlo en una estrella política.

Y aunque a partir del año pasado las categorías del Ariel aumentaron de ternas a quintetas, el apartado de guión adaptado sigue quedándose con tres representantes nominados (curioso que el Ariel comenzó nominado sólo guiones adaptados y hoy son los que menos encontramos). Este año los guiones que compiten por esta estatuilla son las casi desconocidas Canon (Fidelidad al límite), de Mauricio Walerstein, Claudia Nazoa, Federico Reyes Heroles y La fórmula del doctor Funes, de José Buil (basado en el cuento de Francisco Hinojosa), además de la controvertida Obediencia perfecta, de Ernesto Alcocer y Luis Urquiza, basada en el libro Perversidad del mismo Alcocer.

¿Quién ganará?


Artículo para Plot Point.